domingo, 30 de diciembre de 2007

La idea de los universos paralelos atrae a los científicos

Popularizada por la ciencia ficción, la idea de universos paralelos que recrea el escritor Philip Pullman en su famosa trilogía 'La materia oscura' está siendo estudiada seriamente por los científicos.

"La idea de una multitud de universos es más que una invención fantástica. Aparece naturalmente en varias teorías y merece ser tomada en cuenta", escribe el astrofísico Aurélien Barrau en el número de diciembre de la revista Cern Courier de la Organización Europea para la Investigación Nuclear.

"Estos universos múltiples no son teorías, sino las consecuencias de teorías elaboradas para responder a cuestiones de física de las partículas o de la gravitación. Muchos problemas centrados en la física teórica (...) encuentran así una explicación natural", resume este físico del Laboratorio de Física Subatómica y Cosmología.

"¿Nuestro universo sería sólo un islote irrisorio en el seno de un inmenso 'multiverso' infinitamente vasto y diversificado?" Si es verdad, esto podría ser para el hombre, que se había creído mucho tiempo en el centro del mundo o en el centro de la creación, "la cuarta herida narcisista", después de las infligidas "por Copérnico, Darwin y Freud", continúa.

Imaginar que hay multitudes de universos respondería una de las grandes preguntas de los físicos: ¿Por qué motivo -salvo creer en Dios- nuestro universo, si fuera el único existente, tendría precisamente las leyes y las constantes físicas que habrían permitido la aparición de astros, de planetas y finalmente de la vida?

"Las características de nuestro universo se explican bien si se supone que todas las versiones imaginables o no de la realidad existen 'en alguna parte'", resumía de esta manera hace unos años el astrofísico Max Tegmark.

La idea de universos paralelos fue introducida en 1957 por el físico estadounidense Hugh Everett, para interpretar ciertas rarezas -para el sentido común- de la física cuántica.

Pueden encontrarse partículas en una superposición de estados, como si un gato pudiera estar vivo y muerto a la vez, según la célebre paradoja pronunciada por uno de los 'padres' de la física cuántica, Erwin Schrodinger.

Sólo un estado se hace realidad en el momento de una observación. Entonces, ¿no se plasman las otras probabilidades en otros universos? Hugh Everett y otros físicos así lo suponían.

Existirían entonces varios universos paralelos que habrían tenido un pasado común, antes de divergir hacia otro posible. La antigua serie televisada estadounidense 'Sliders', donde los 'héroes' pasan de mundo a mundo, se inspiró en esta idea lo mismo que Philip Pullman en su trilogía.

"Este mundo, como todos los demás universos, nació del resultado de las probabilidades", explicaba Lord Asriel a Lyra, la joven heroína de 'La materia oscura', evocando las partículas elementales.

"En un momento dado, varias cosas son posibles y, al instante siguiente, sólo una se produce y el resto no existe. Salvo que otros mundos nazcan, en los cuales se producirán otras cosas".

Afirman que es necesario estudiar más a fondo los efectos del cambio de hora sobre el reloj biológico de cada persona

Si bien es un tema científico que requiere, ineludiblemente, mayores y más detallados estudios, investigaciones recientes muestran que el cambio del horario de verano a invierno programado con la finalidad de ahorrar energía- no logra ser asimilado por el reloj interno de las personas.

En un trabajo publicado hace una semanas por la revista científica Current Biology, se demostró que estos cambios que, es necesario admitir, alcanzan anualmente al 25% de los 6000 millones de personas- representan una disrupción significativa en el devenir metabólico. Por lo tanto, concluyeron los autores, un grupo de profesionales alemanes, no podemos descartar que los cambios de hora generen efectos no deseados en varios aspectos de la fisiología de las personas.

Cuando implementamos cambios pequeños en un sistema biológico, que parezcan a primera vista ser triviales, analizados en un contexto amplio y masivo podrían tener un impacto mucho mayor de los pensado, afirma Till Roenneberg de la Universidad Ludwig-Maximilian-University de la ciudad de Munich, Alemania y autor principal del artículo en cuestión.

Roenneberg concluyó que Es todavía muy temprano para poder afirmar que si estos cambios de horario estacionales tienen, o no, impactos serios en la salud pública en el largo plazo. Pero los resultados preliminares indican que sería necesario considerar esta posibilidad en forma seria e investigar más sobre este fenómeno.

Los datos crudos

Como ocurre con todos los seres vivos, los relojes biológicos o circadianos aprovecha la luz del día y la oscuridad de la noche para sincronizar diversas funciones metabólicas. El ritmo circadiano sigue al Sol y cambia dependiendo de la longitud y latitud de dónde se vive. Usualmente cambia en intervalos de cuatro minutos.

Cuando el día se acorta o se alarga, en invierno y verano, el cuerpo va siguiendo el tenue cambio en el horario de luz oscuridad y los diversos relojes biológicos se van sincronizando. Pero lo cierto es que según Roenneberg- pocos estudios epidemiológicos han estudiado las consecuencias a largo plazo sobre la salud de los cambios de hora bruscos y forzados invierno-verano que, bien hechos, sirven para ahorrar energía.

Las escasas investigaciones parece mostrar que el cuerpo y los patrones de sueño vigilia se ajustan solos en pocos días. Sin embargo, una gran encuesta que examinó los patrones de sueño de más de 55.000 personas de Europa Central encontró que el reloj biológico no cambia con el decreto. "Durante el invierno, hay un preciso seguimiento del amanecer en la conducta de sueño humana, pero esta evolución se interrumpe de manera completa e inmediata cuando se introduce el horario de verano. Y recién se vuelve a la normalidad cuando se regresa el horario estándar en el otoño.

En otro estudio, esta vez más pequeño, el grupo de Roenneberg evaluó durante 2 meses el horario de sueño y de actividad durante el cambio al horario de verano en un grupo de 50 personas, tomando en cuenta las preferencias naturales de horario, o "cronotipo", de cada persona, lo que varía desde aquellos que prefieren la mañana hasta los amantes de la noche. Las conclusiones marcaron que si no cambiáramos al horario de verano, la gente se ajustaría al amanecer durante el verano y una vez más en otoño", afirmó Roenneberg. "Pero el cambio de horario impuesto interrumpe el ajuste natural.

El experto crítica la idea de no investigar el fenómeno más a fondo y explica que usualmente solemos pensar que un cambio de este estilo es de apenas una hora pero lo cierto es que el desfase es bastante drástico ya que para el reloj biológico esos 60 minutos se convierten en total- en una diferencia de 10 semanas bruscas de lo que deberían haber sido suaves ajustes diarios.

Y para explicar su punto Roenneberg culmina diciendo es como si la población de Alemania fuera trasladada de un día para otro a Marruecos, al comienzo del verano y llevada nuevamente a su lugar de origen al empezar el otoño.